«Están a tiempo de salvar sus almas», la carta que escribió un testigo del crimen de Fernando a los rugbiers

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El taxista de Villa Gesell, Marcos Acevedo, presenció el momento en que Fernando Báez Sosa fue asesinado por la patota que lo golpeó salvajemente y es por eso que hoy declaró como testigo en la sala de los tribunales de Dolores. Fue en ese momento cuando intentó entregarles una carta que escribió pero no pudo hacerlo y por eso decidió hacerla pública.

«Todavía están a tiempo de salvar sus almas», dijo el trabajador quien dijo haber lamentado ser testigo del hecho aunque agradeció «a Dios de ponerme en el lugar y tener la valentía de declarar», comienza la carta».

«Hoy es tarde para pedir perdón, pero todavía están a tiempo de mostrar valentía y aliviar su alma, porque su cuerpo y mente deben estar consumidos», escribió luego de recordarles «las acciones que los han traído a estas sillas».

EL DÍA DEL CRIMEN

Acevedo estacionó su taxi en la puerta del boliche y vio que el personal de seguridad expulsó a «un joven de camisa oscura y bermudas muy sacado», en referencia a Máximo Thomsen. «Junto a él sacaron a cuatro o cinco», agregó.

«Te vamos a matar. Ahora estás afuera», escuchó el taxista que gritaron los jóvenes -a los que se sumaron otros- tras de dirigirse «derecho a Fernando». Y siguió: «Comenzaron a agredirlo sin mediar palabras, a golpes de puño y patadas, y agresiones verbales de todo tipo». Acevedo recordó que le dijeron a la víctima «negro de mierda».

«Fue una salvajada. Todos sabemos que una patada en la cabeza puede costar la vida. Fernando recibió varias. Y eso lo vi», alertó y agregó: «Lo que más recuerdo son las tres o cuatro trompadas de un chico de camisa blanca en la cara de Fernando ya desvanecido, y a un chico de remera oscura y bermuda que le dio una patada en la cara».

Recordó cómo los amigos de estudiante de Abogacía fueron recibidos a los golpes cuando intentaron ayudar al joven caído en el piso. «No pudieron llegar. Mientras transcurre esto, Fernando ya está tirado inmóvil y ensangrentado».

Tras el ataque, explicó que los rugbiers «se alejaron caminando del lugar como si nada», mientras una chica llegaba a socorrer al joven malherido. Acevedo continuó trabajando y al día siguiente se enteró que Fernando había muerto.